Entre el color y el sentimiento: Schumann, Bartók y Guinovart

 

Los próximos 19 y 20 de marzo, la Orquesta Sinfónica de Bilbao y el excelente cellista Julian Steckel, interpretarán el delicioso y sentido Concierto para violoncello de Robert Schumann, dirigidos todos por el nuevo director titular de la orquesta, Erik Nielsen. La BOS tocará, además El lament de la terra, de Albert Guinovart y el inigualado Concierto para orquesta de Béla Bartók.

La sesión comenzará a las 19:30 hs, gracias a la acertada iniciativa puesta en marcha esta temporada de adelantar la hora de inicio, lo que, como dice una querida amiga, nos permite celebrar después lo bien que hace música esta gente (compositores e intérpretes, matizo yo). Dado que el concierto forma parte del Abono Iniciación, el jueves 19 entre las 18:00 y las 19:00, en la sala B Terraza del Palacio Euskalduna, tendré el gusto de comentar las obras del programa, en una charla de acceso libre con la entrada al concierto.

La velada se abrirá con la obra de un músico de nuestro tiempo, pero que tiene en común con los de épocas pasadas el hecho de ser intérprete y compositor. Rara avis hoy día.

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Albert Guinovart (Barcelona, 1962)

 

 

El lament de la terra es fruto de un encargo de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña y hace una doble cita a La canción de la Tierra de Gustav Mahler, al comenzar con el compás inicial de esta obra del músico de Bohemia y por el guiño en el título. En palabas de Guinovart, la obra “es una especie de poema sinfónico influenciado por la alarmante sequía que sufrimos en 2008 y por las noticias del cambio climático que nos amenaza”. Aunque no está dividido en movimientos, se distinguen en él tres secciones temáticas que nos transportan desde el dramatismo de los tiempos actuales, “no sólo desde la óptica del hombre, sino también desde la naturaleza”, recogido en la primera y más larga, hasta la tercera que es un canto a la esperanza en un futuro mejor. De esta manera, nos brinda un deseo optimista: “el hombre creativo se impone al destructivo”.

Entre otras cosas, las críticas dijeron de ella esto: “Es una pieza brillante que busca complacer al público y lo consigue plenamente” y también que a Guinovart “no parece abrumarle otro compromiso más que con lo bien hecho, ni barreras que romper, más que la de alcanzar la mayor expresión posible”.

Si alguien quiere asomarse al quehacer de este compositor y pianista catalán, puede echar un vistazo en su página web:

http://www.albertguinovart.com/

 

Después escucharemos a un músico-poeta,  a través de un instrumento que canta y conmueve.

Robert Schumann

Robert Schumann (Zwickau-Sajonia, 1810-Endenich, 1856)

 

 

En el Concierto para violoncello Op 129 en la menor, Schumann renunció a un planteamiento meramente virtuosístico del instrumento, entendido el término desde la perspectiva de la superficialidad y aun así, o quizá precisamente por ello, es una obra maestra. Schumann prefirió descubrirnos la amplia paleta de colores tímbricos y sentimentales que caben en la voz del violoncello. Decidió entretejer lazos entre todos los instrumentos presentes en escena, regalándonos su inspiración más poética y su inequívoca y leal búsqueda de lo que para él fue “la verdad y la pureza de la música”. El marco orquestal apoya, refuerza, acompaña o mece a un instrumento que los románticos redescubrieron en su faceta más profunda y sensible, y que Schumann convirtió en cantor y poeta, a través de algunas de sus melodías más inspiradas.

En este enlace podemos escuchar el primer movimiento en la interpretación de la nunca suficientemente llorada e irrepetible, Jacqueline Du Pré:

https://www.youtube.com/watch?v=XVkiOor1I1Q&index=6&list=PL457D35D6A30C96CE

 

 

En cualquier caso, y por si alguien quiere tener cerca las prodigiosas manos que nos deleitarán esta semana, dando vida -una vez más- al concierto de Schumann, en este enlace podemos escuchar, contemplar y casi aspirar las motas de resina con que Julian Steckel impregna el arco de su violoncello (por cierto, la pianista no está nada mal):

http://www.juliansteckel.com/englisch/video.php?id=2

 

Y para concluir la tarde de música, la BOS nos propone el pensamiento de un compositor no siempre bien comprendido, pero músico de gran valía en sus varios perfiles: excelente pianista, riguroso investigador del folklore musical y compositor que supo dar nuevos aires a un lenguaje, el musical, en el que habían dejado huella imborrable tantos “grandes”.

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Béla Bartók

Nagyszentmiklós, Hungría -actualmente Sânnicolau Mare, Rumanía-, 1881

Nueva York, 1945

 

 

El Concierto para orquesta es una atractiva composición y verdadero reto para un conjunto sinfónico. La obra fue encargo del director de la Orquesta Sinfónica de Boston, Serge Koussevitzky, a un Bartók convaleciente en el hospital, gravemente enfermo y casi arruinado. Sin embargo, la iniciativa primera se la debemos al excelente violinista y compañero de escenario de Bartók en tiempos de bonanza, József Szigeti que, conociendo la precaria salud de su amigo y su lamentable situación económica, intercedió ante la fundación que presidía Koussevitzky.

Además de un regalo para el patrimonio musical del pasado siglo, el Concierto para orquesta fue una fuente de ilusión y aliento para el compositor, que lo concluyó en apenas ocho semanas. El estreno tuvo lugar el 1 de diciembre de 1944 en Boston, a cargo de sus promotores y solo unos meses antes de la muerte de Bartók.

Su título es justificado por el propio autor: “algunos instrumentos o grupos de instrumentos están tratados como concertantes o como solistas”. Por otro lado, su intención es crear un clima de progresión, “una transición gradual –al margen del humorístico segundo movimiento- desde la austeridad del primer movimiento y el lamentoso canto fúnebre del tercero, hacia la afirmación de la vida en el último”. Paradójico y ejemplar en alguien a quien la vida se le está escapando.

El uso extenso del cromatismo, el enorme talento en el manejo de los timbres y efectos de la orquesta y la variedad casi infinita de sus ritmos cambiantes, logran una sonoridad rica y plagada de colores.

En el enlace de más abajo, podemos escuchar la obra en el impresionante Monasterio de los Jerónimos de Lisboa, en la versión de unos intérpretes de lujo: la Orquesta Filarmónica de Berlín, dirigidos por otro intérprete-compositor: el maestro Pierre Boulez. Hacia el minuto 24’31» comienza el 4º movimiento, Intermezzo interrotto, en el que la quejumbrosa melodía en estilo popular y ritmo asimétrico que presenta el oboe, enlaza su encanto díscolo con un cálido y hermoso tema en las cuerdas. Más adelante, el clima se interrumpe con la vivacidad de una música de café que, siendo un guiño a la sinfonía Leningrado de Shostakovich, con los recursos instrumentales que le aplica Bartók suena a carcajada burlona. ¡Qué deliciosa forma de esparcir notas al aire!:

https://www.youtube.com/watch?v=wmr0raiouPM

 

Más información del concierto de la BOS, aquí:

http://www.bilbaorkestra.com/esp/concierto.php?id=611

 

Sin duda esta semana, en el patio de butacas del Euskalduna, revolotearán los colores de la música y el sentimiento de todos. Disfrútenlos.

 

 

 

Así sonaba Centroeuropa

El talento musical -que revoloteaba desde antaño sobre Centroeuropa- fue a posarse sobre un húngaro-rumano, un austriaco y un checo. Ellos tuvieron a bien escribir las partituras que disfrutaremos en Bilbao los próximos 27 y 28 de Febrero. Benditas sean las musas que los eligieron y ellos, bienhallados.

Sus nombres: Béla Bartók, Wolfgang Amadeus Mozart y Antonín Dvořák. Los de sus intérpretes en esta ocasión: Orquesta Sinfónica de Bilbao y, ojo al dato, Zoltán Kocsis al piano, en el concierto de Mozart, y a la batuta en todo el programa. Una gran oportunidad de conocer la re-creación a cargo de un excelente pianista húngaro, que ha tocado junto a varias de las mejores orquestas del mundo y que es un verdadero especialista en Bartók.

El jueves 27, entre las 18:30 y las 19:30 y en la sala B Terraza del Palacio Euskalduna, comentaré las obras programadas, en una charla de acceso libre con la entrada al concierto.

Béla Bartók fue un brillante pianista, un etnomusicólogo a pie de campo y un creador comprometido, con su tierra natal en un principio y con la humanidad, después.

BARTÓK

Béla Bartók

Nagyszentmiklós, Imperio Austrohúngaro -actualmente Sânnicolau Mare, Rumanía-,1881 – Nueva York, 1945

Quiso mostrar al mundo la riqueza del folklore que le rodeaba: húngaro, rumano, búlgaro, esloveno, serbio… hasta extender sus investigaciones a la música popular turca y árabe. Lo recogió con esmero, aldea por aldea, en las rudimentarias placas fonográficas de entonces.

1908

Béla Bartók en 1908 (Fotografía de autor desconocido)

Su rechazo a la violencia entre las personas constituyó para él un asunto medular y, antes de su autoexilio en Estados Unidos, no permitía que su música sonara en la radio de Berlín, ya bajo el poder nazi. Al morir, pidió que ninguna calle de su Hungría natal llevara su nombre mientras persistieran en ellas los de Hitler o Mussolini.

Los Bocetos húngaros incluidos en este programa constituyen una suite, es decir, una “serie” de transcripciones para orquesta que el propio compositor hizo en 1931, de cinco pequeñas piezas para piano de varios de sus álbumes. La obra conserva el encanto y la inocencia de la música popular que ya irradiaban las partituras pianísticas, pero la vestidura orquestal de Bartók, tan original como sugerente, aumenta el placer de disfrutar los colores de la música.

Bartók decía: “los días más hermosos de mi vida fueron los que pasé en las aldeas, entre los campesinos”. Esta semana comparte con nosotros esa felicidad.

Y retrocediendo en el tiempo podremos asomarnos al pensamiento sonoro de Mozart.

MOZART

Wolfgang Amadeus Mozart

Salzburgo, 1756 – Viena, 1791

El Concierto nº 17 para piano y orquesta en Sol mayor K.453, fue compuesto en 1784, su annus mirabilis en aquella Viena ávida de música, para una de sus alumnas predilectas, la Signora Bárbara Ployer, a quien está dedicado y que, sin duda, debía ser una destacada pianista. La obra es un ejemplo de toda la ambigüedad de que era capaz el autor en el terreno de los afectos; el oyente sensible descubrirá un sinfín de matices a los que dar una interpretación tan variada, como diverso sea su estado de ánimo. Asombroso es, también, que sin contar con clarinetes, ni trompetas, ni timbales, su orquestación sea un prodigio de eficacia en los recursos. Esta música sin duda, fundamenta la opinión de Lord Edward Fitzgerald cuando decía: “Mozart es tan hermoso que las gentes no saben reconocer que es también poderoso”.

En este enlace podemos escucharlo en la excelente versión de otro pianista húngaro Dezső Ránki –que en numerosas ocasiones ha formado dúo con Kocsis- y la English Chamber Orchestra, dirigidos por el sensible y meritorio Jeffrey Tate:

http://www.youtube.com/watch?v=CWv-BUfpKfA

Unos kilómetros al norte, y casi un siglo después de que lo hiciera Mozart, escuchó sus primeros sonidos un checo prodigioso.

DVORÁK

Antonín Dvořák

Nelahozeves, 1841 – Praga, 1904

Dvořák creó un idioma de ritmos vivos, melodías inspiradas, armonías inteligibles y un sentido del color orquestal lozano y atractivo. Su música es animada, fresca y sentimental, sin caer nunca en la vulgaridad. Junto con Smetana fue el impulsor de la música plenamente checa, pero su lenguaje trasciende fronteras y puede decirse que  es uno de los compositores más dotados de finales del siglo XIX.

La Sinfonía nº 7 en re menor Op.70 fue un encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres, la misma que unos sesenta años antes había solicitado a Beethoven su Novena (qué sensibles e inteligentes gestores). A dicha sociedad está dedicada y estrenada en el St. James’s Hall de Londres, con el compositor a la batuta, el 22 de Abril de 1885. Cuando trabajaba en la partitura, el autor dejó escrito: «la sinfonía debe tener una talla tal como para conmover al mundo” y desde luego, lo hace. Sus temas son profundos y de gran impacto emocional y el formato en el que se hospedan –con el modelo de sinfonía brahmsiana como referente- junto con su fértil imaginación, aseguraron a Dvořák, desde el estreno, un lugar destacado en la historia de este género.

Más información del concierto en:

http://www.bilbaorkestra.com/esp/concierto.php?id=541

Que los colores de la música centroeuropea les iluminen la semana.